El estrés laboral es uno de los principales problemas de la sociedad occidental del siglo XX. El término ‘estrés’ se popularizó en 1950 cuando
Hans Seyle, estudiante de medicina en la Universidad de Praga, publicó un trabajo llamado
Estrés. Un estudio sobre la ansiedad. El término, que proviene de la física, fue así aplicado en medicina. Más tarde se apropiaría de él la psicología, y hoy en día está en boca de todos.
No obstante, no todos los trabajos conllevan un nivel similar de estrés. Recogemos aquí los diez puestos laborales más estresantes. No es difícil comprobar que la mayoría tienen dos cosas en común:
la responsabilidad sobre la vida de los demás y
unos horarios que no conocen límites ni regularidad.
Ejecutivos. Los ejecutivos tienen que lidiar con otros ejecutivos, con los empleados, con el público y con los miembros del consejo, y su vida laboral pende de un hilo: cuando la economía se derrumba, el ejecutivo se echa a temblar. Además, este es uno de esos trabajos de los que es difícil desconectar. Los fines de semana están plagados de relaciones de interés, compromisos y el establecimiento o mantenimiento de importantes contactos. Con frecuencia deben viajar mucho y por obligación, por lo que pasan mucho tiempo lejos de la familia y los amigos. No tienen, por lo general, ninguna seguridad de conservar su puesto de trabajo.
Personal militar. Es evidente que si uno busca calma, tranquilidad y un trabajo del que poder desconectar, el ejército no es el lugar adecuado. La guerra y los episodios traumáticos que pueden vivirse a raíz de esta no dejan indiferente a nadie, y los niveles de estrés y concentración a los que están sometidos los militares son altísimos. La separación de la familia, las duras condiciones de trabajo y el riesgo real de perder la vida no hacen sino aumentar la tensión. Además, aquellos de mayor rango ven aumentado su nivel de angustia debido a que tienen una enorme responsabilidad sobre las vidas de los demás.
Profesores de enseñanza media. Los profesores son una gran influencia y uno de los referentes más importantes en niños y adolescentes, por lo que su responsabilidad ética es elevada: están educando a personas en el momento en que éstas son más maleables, y preparándolas para la vida adulta. Además de inculcar una serie de conocimientos, deben mantener a raya a la clase, controlar el comportamiento de los adultos y mantener en todo momento la serenidad y el equilibrio. En contra de lo que se piensa, el trabajo del profesor no termina cuando concluye su jornada laboral. Hay que preparar las clases y los exámenes, elaborar ejercicios, corregir trabajos y poner calificaciones. El agotamiento es muy frecuente y el sueldo no suele estar a la altura de las circunstancias.
Periodistas y reporteros. Salvo casos excepcionales, el reportero depende de los demás: no elige lo que debe escribir y sus encargos pueden ser de los más variados, por lo que debe adaptarse constantemente, así como viajar. Las peticiones son impredecibles y los horarios no son fijos, por lo que las horas de trabajo pueden extenderse hasta bien entrada la noche o incluso los fines de semana. Se vive con la constante tensión de la fecha de entrega, y la primera versión no debe distar de la definitiva. La actualidad, por si fuera poco, no sonríe a este sector. La prensa en papel está viviendo su primer gran declive, por lo que el acceso a un puesto de trabajo con buenas condiciones es complicado, y lo normal es que, en caso de ser contratado, estés realizando no sólo tu trabajo, sino también tareas que corresponderían a otros.
Médicos residentes. La medicina es, en general, una de las profesiones de más estrés. La responsabilidad sobre la salud de los demás, la urgencia con que algunas decisiones deben ser tomadas y el ambiente al que uno accede cada día y del que es difícil desprenderse al descolgarse el fonendo del cuello son motivos más que suficientes para esta tensión. Pero la época en que ya uno ha terminado la carrera pero aún es residente puede resultar especialmente estresante. La carga de trabajo es enorme, la responsabilidad es grande y la seguridad con que se acomete el trabajo aún escasea, y las horas de sueño y descanso brillan por su ausencia. Los pacientes se encuentran en circunstancias complicadas, por lo que el trato con ellos se hace arduo (no en vano al célebre e irritable doctor House le parece que lo único malo de la medicina son los pacientes, como deja caer en alguna ocasión). En España, al menos, los sueldos son irrisorios en comparación con las horas trabajadas y la capacitación del personal. Las noches en el hospital y la necesidad de estar localizable también aumentan el estrés diario.
Mineros. Poco aire, poca luz y riesgo de colapso: el día a día de los que trabajan bajo tierra no parece especialmente agradable. Pero el peligro de morir o quedar enterrado no lo es todo. Pasar el día en un lugar estrecho, con escasa luz solar y sin aire fresco eleva los niveles de estrés al final de la jornada laboral. Los problemas de salud, fruto de estas condiciones, no son extraños. Como sucede con otras profesiones, el sueldo no parece corresponderse con la situación laboral.
Pilotos y tripulación aérea. Tanto los pilotos como el resto de la tripulación tienen en sus manos la vida de los pasajeros y, además, su trabajo les obliga a pasar mucho tiempo fuera de casa. Pero no son los pilotos los únicos que se responsabilizan del buen funcionamiento del avión: los controladores aéreos tienen tanta o más responsabilidad de evitar peligros en aterrizajes y despegues. Los vuelos nocturnos o a horas imposibles agravan las condiciones de estos trabajadores, cuyas posibilidades de errar son, no obstante, muy escasas. Claro que, en caso de fallo, las consecuencias pueden ser terribles.
Policías y bomberos. Responsables del bienestar y la seguridad pública, su vida se pone en riesgo y su trabajo influye directamente en las vidas de los demás. Se trata, además, de trabajos que requieren una gran preparación física, y la fatiga en ese sentido al final del día es enorme. La disponibilidad que debe ofrecerse no entiende de horarios, y no debemos olvidar que en algunos casos, como el de los bomberos, puede haber largos periodos de inactividad que conducen al aburrimiento y la angustia del no hacer nada.
Camareros. Las jornadas laborales son extensas y los turnos con frecuencia son difíciles de adaptar a una rutina diaria corriente. Los ingresos son escasos y las condiciones de trabajo no suelen ser buenas. Es una tarea cansada y que requiere la dedicación de gran parte del tiempo, pero este puesto de trabajo se ha convertido en el ideal para contratar temporalmente a jóvenes y ofrecer así un sueldo y unas condiciones peores de las deseables. Además, no es un trabajo reconocido socialmente.
Taxistas. Una vez más, los horarios pueden ir a la contra de los del resto del planeta y, en algunas ciudades, incluso puede ser relativamente peligroso conducer un taxi a ciertas horas. El tráfico es a veces espantoso y aumenta la cantidad de horas sin moverse, lo cual también conduce a una cierta ansiedad. De los pasajeros puede esperarse cualquier cosa: borracheras, enfermedades, estados de ánimo con los que resulta difícil lidiar… La falta de actividad, el cansancio, los malos horarios y la escasa compensación económica conducen al estrés y el mal humor.
Fuente: http://www.elconfidencial.com